Hacerle una mirada de celos o desagrado a alguien sin necesidad de decir ni pío. Perfecto para cuando tu primito se zampa la última empanada mientras tú lo miras con cara de 'te pisviaré los zapatos después'.
Diana no dijo nada, pero le criquiñó tanto a Luis que él supo que mejor dormía con un ojo abierto esa noche.